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miércoles, 20 de julio de 2011

DE LA VIDA POLÍTICA. II. La dignidad.


         Nunca tema perder la dignidad. Se trata de un principio simple, fácil de relevar a la hora de la verdad. Debe aprender a considerarla irrelevante. De lo contrario no sobrevivirá.
         Solo la Madre Teresa y algún otro caso interesante pasaron a la inmortalidad por su dignidad. Todos los políticos pasaron por lo que hicieron, para su propio bienestar, mal o bien, pero por lo que hicieron.
         Y si no hubieran llegado de cualquier forma, de cualquier modo, aplastando, quemando o triturando a quienes tenían por delante, amigos, enemigos, judíos, cristianos, musulmanes, lo que sea y quien se oponga, no hubieran tenido la oportunidad de hacer nada.
         De modo que se debe estar dispuesto para barrer fuerte todo lo que se ponga por delante y considere que lo afecta. Incluida su propia mujer. Como lo hicieron Fujimori, Mandela, Menem …
         La dignidad es solo un concepto a destacar en los discursos de los que saben que no pueden llegar a ganarle a nadie. Porque si por alguna razón ganaran una elección, olvidarían rápidamente lo que han dicho.
         Ser digno significaría pelear contra la corriente, contra el negocio de todos e incluido el propio. Y para eso no fue elegido ni condice tampoco con algún instinto de conservación.  Porque los elegidos como usted están para quedarse el mayor tiempo posible. Y eso dependerá de sus posibilidades económicas. Y estas van de contramano a los principios de los que estamos hablando.  Y ahora que llegó no empiece a sonsear.
         La dignidad en todo caso será aparente. Si lo entiende su futuro puede ser brillante. Si se confunde vendrá el ocaso.
         Plubio Sixto nos enseñó que Dios mira las manos limpias. No las llenas. Pero usted no le haga caso.