Vistas de página en total

domingo, 24 de julio de 2011

DE LA VIDA POLÍTICA. XVII Del fumar.

         Los políticos se dividen en fumadores y no fumadores. Los primeros molestan a los segundos y los segundos a los primeros. Ni unos dejarán de hacer humo ni los otros de respirarlos.
         Fumar es un placer para la mitad de los seres humanos. Imposible de comprender para quienes no lo hacen. Y recíprocamente.
         Los que reniegan del cigarrillo, y con razón, tampoco crean que  moralmente son superiores. No hay correlación entre moralidad y vicio. Y menos en política.
         Es cierto que el humo daña a las personas y el medio ambiente. Pero produce placer a quienes lo aspiran. Y cada uno reventará sus pulmones como mejor le parezca.
         Por otro lado, y en cuanto al medio ambiente, muchos que no fuman han hecho un desastre con el Riachuelo o las pasteras. O a veces una fábrica “fuma” más que medio país.
         Está claro que el fumar demuestra debilidad y droga dependencia. Y esto sí deberían tenerlo en cuenta los dedicados a la política. Ya no se ve con buenos ojos que lo entrevisten y usted se muestre fumando. Claro que los electores que fuman podrían verlo con buenos ojos.
         Está bien que el fumar para quienes lo hacen produce placer no comprendido por quienes no lo hacen. Pero estos anti fumadores a veces tienen otras debilidades y dependencias que asombrarían hasta al más distraído.
         Es cierto también que los fumadores tienen los dedos amarillos y los pulmones llenos de alquitrán. Pero muchas veces tienen el corazón de oro. Y su humo es menos perjudicial  que el que produce el incinerador del Congreso. Ese sí que hace daño.
         Sin embargo con las limitaciones para fumar son cada vez mayores, aquellos que fumen deberán abstenerse cuando así convenga. O deba.
         Nunca fume en televisión como hemos dicho. Los ex fumadores son muy histéricos. No lo votarán nunca más. Al fin y al cabo aguante un ratito.
         Los que nunca fumaron son más tolerantes. Poco le importará lo que usted quiera hacer con el humo que aspira. Pero igual no les muestre sus gustos.
         De todas formas y para terminar un consejo: no fume si no hay ceniceros.